Un día como
cualquier otro, Marla de sesenta y tres años de edad se despierta con el sonido
de su despertador que marca las 6 de la mañana, con un incómodo dolor en la
espalda que tiene molestándola desde hace varios días se levanta para ducharse
y colocarse su uniforme de enfermera que deja preparado la noche anterior, el
de hoy es color azul y el pantalón blanco. Lista para empezar el día, se dirige
al cuarto de Maia para levantarla, mientras la niña se coloca su uniforme, Marla sin perder tiempo va directamente al cuarto de al lado donde se
encuentra Eric el niño consentido de la casa, que se levanta con una sonrisa
todas las mañanas cuando su “nana” lo despierta con una voz muy dulce “buenos
días mi rey, ya es hora de levantarse”, estas palabras van unidas con unas
caricias sobre la espalda del niño. Así es la primera hora del día de cada día
de Marla.
Marla de
nacionalidad colombiana quien se ha dedicado por treinta años a cuidar niños de
familia de horario fijo, comenta que los niños son su adoración pero que aunque
uno crie a estos niños, ellos crecen y luego se olvidan de todo lo que uno vive
con ellos. Con una expresión de tristeza relata que trabajar como enfermera le
encanta pero lamentablemente es un oficio que la aleja de sus familiares ya que
las vacaciones de diciembre o de verano que son la oportunidad de reunirse con
sus seres queridos, siempre tiene que viajar con la familia que trabaja, es
emocionante, con cada familia con la que ha trabajado ha viajado por todo el
mundo pero lo que realmente la ata a tener que entregar sus vacaciones es la
necesidad de mantener económicamente a su familia.
Una vez que los
niños han desayunado, toma a los niños cada uno en una mano, a Maia la coloca
en el asiento de atrás del carro, lista para que el chofer la lleve a su
colegio, mientras que su pequeño hermano se despide eufóricamente gritando
“chao emana!”, viendo salir el carro blanco del estacionamiento, Marla carga a
Eric y sale al preescolar de al frente para entregarlo a su profesora que lo
espera todas las mañanas.
Mientras que los
niños se encuentran en el colegio, Marla reúne toda la ropa sucia que debe
lavar y dejar lista para el día siguiente para la señora que viene dos veces
por semana a planchar, si le queda un tiempo libre, llama a sus familiares para
saber como se encuentran o si hay alguna novedad en su país de origen.
Los pequeños de
la casa regresan alrededor de la 1 de la tarde con un hambre atroz que algunas
veces se transforma en pataletas incontrolables que Marla tiene que calmar
rápidamente sirviendo la comida, durante la tarde cada niño tiene una actividad
extracurricular en las cuales la madre y Marla se reparten para acompañar a
cada niño a su debida actividad. Después de un día lleno de dinámica los
pequeños regresan cansados a la casa listos para tomar un baño e ir a la cama a
descansar, así finaliza un día más en la vida de Marla, sin ninguna sorpresa y
de cansancio acumulado pero preparada para el que le espera mañana.
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